lunes, 15 de febrero de 2010

LA CRISIS ECONÓMICA, ¿una crisis de valores? Una respuesta desde la Encíclica “Cáritas in Veritate”

“Cada uno encuentra su propio bien asumiendo el proyecto que Dios tiene sobre él para REALIZARLO”
Encuentra en dicho proyecto SU VERDAD y aceptando su verdad se hace LIBRE. Benedicto XVI.
Juan 8, 22

Hace 35 años, nunca pensé que la humilde Taberna que abrí muy cerca de aquí para dar trabajo a un puñado de jóvenes marginados con los que convivía en un barracón de la Unión Vecinal de Absorción de Vallecas fuera un proyecto que Dios tenía sobre mí para realizarlo. Era comienzo de año de 1974. Aun no había muerto Franco. Yo ejercía de formador en el Seminario y de “chico de los papeles” en el Arzobispado con el Cardenal Tarancón.

Encontrar en este proyecto SU VERDAD, aceptarla con tantas aparentes contradicciones hoy me ha dado la libertad de poder hablar con cierto conocimiento de causa de la realidad de la vida y de la implicación empresarial.

A lo largo de estos años sin dejar de pertenecer a él me he alejado del bosque eclesiástico y lo he podido contemplar a distancia. En la medida en que en mí crecía el interés y el riesgo por el emprendimiento empresarial, crecía la implicación en la gente en los momentos más borrascosos del cambio social de este país. Era la llegada de la democracia. Con la innovación de los primeros partidos políticos me daba cuenta de que habíamos sido educados para una Iglesia paralela a la vida. Confluir era la audacia y la utopía. Vi los tímidos desarrollos de la Asamblea Conjunta de Sacerdotes y Obispos (1971) La famosa encuesta a los Sacerdotes y el Vaticano II. El fracaso de la Asamblea Conjunta complicó la recepción del Vaticano II en España. Y me di cuenta de que la implicación de la Iglesia a la que los movimientos como la HOAC y la JOC nos acercaban era una tímida levadura que producía efectos en la masa. Otros caminos nos ayudaban a descubrir nuevos valores en la Iglesia que servían a un modo de evangelizar profundo y transformador.

Pero nunca pensé que una cosa era predicar y otra dar trigo…Empeñado hasta las cejas en mi pequeña empresa. Con un grupo humano tan joven como inexperto. Sin cultura de tabernero y sin antecedentes en mis 16 muchachos que me miraban asustados por el proyecto.

Así nació el ALABARDERO con la ayuda de dos amigos valientes que avalaron un crédito de 650.000 pts. para acomodar ese pequeño local en la calle Felipe V, nº 6, que hoy subsiste.

Se abrió un 27 de Octubre de 1974. Era una calle de tránsito de autobuses. No peatonal como ahora. No entraba nadie. Días y días sin entrar nadie. Desde la parada de enfrente nos miraban los posibles clientes sin moverse. Con los primeros fríos decidí cruzar la calle e invitarles a tomar un cafelito caliente.

Vender y educar a mis muchachos era mi desvelo. Cuando acababan los servicios abríamos las pizarras y los cuadernos. Algunos aprendían a leer y a escribir, otros a poner la mesa y a servir. En la cocina mi paisano Patxi hacia doctores en las artes culinarias. Cuando un viejito que se definía a sí mismo como “un esqueleto andante” apareció un día por la puerta y dijo: “me llamo José Bergamín”, no sabíamos quién era ni lo que significaba. Un aire de intelectualidad nació a su sombra en el ambiente de nuestra Taberna. Intelectuales venidos del exilio como Ernesto Jimenez Caballero, Alberti, Alexandre, Borges, Gabriel Celaya, Pepe Caballero y políticos; Santiago Carrillo, Don Manuel Fraga, Suarez, Leopoldo Calvo Sotelo, Ramón Rubial, Rodolfo Martín Villa y otros muchos se juntaban con lo más selecto de los clientes y con los divos que acudían a actuar en el vecino Teatro Real.

La Taberna se convirtió en un acontecimiento social y ahí sigue; visitada por los Reyes, príncipes y princesas, los presidentes de otros países y la gente de los pueblos de España que siguen viniendo a ver Madrid y de compras.


* * *


Pero ahora, al paso de los años, mis alabarderos son muchos: Están repartidos en Madrid, Sevilla, Málaga, Marbella, Córdoba, Zaragoza, País Vasco, Washington D.C. y Seattle. Hemos crecido y hemos creado un estilo, una marca, una filosofía de empresa. Yo no esperaba que este fuera el plan de Dios sobre mí.
Bajo el paraguas de la Fundación Iruaritz Lezama estamos alojados más de 600 personas de muy diversos orígenes y también de diversas religiones. Nuestras Escuelas Superiores de Hostelería en Sevilla desde hace 20 años y en Zaragoza desde hace 2, con títulos universitarios de la Universidad Pablo de Olavide y San Jorge respectivamente, han convertido por primera en España a nuestros alumnos en titulados universitarios de reconocimiento internacional. Son más de 1900 alumnos egregados que están en el mercado profesional. Por otra parte la Escuela on-line tiene más de 1800 alumnos en clases por internet y presenciales. Es todo un mundo en formación.

Desde un principio traté de “no dar peces, sino enseñar a pescar”. A lo largo de este tiempo hemos desarrollado una filosofía de empresa basada en el CAPITAL HUMANO. No teníamos otro.

Sabíamos que éramos pobres y pequeños. Personalmente he asistido perplejo a la transformación de la sociedad por la GLOBALIZACIÓN. He tenido la suerte de ser un OBSERVADOR. Las sobremesas de un restaurante dan para mucho. La socialización de estos lugares le permite a un tabernero conocer de cerca a mucha gente. Siendo humilde y no entrometiéndote en la vida de las personas, sino en la medida en la que a veces te piden consejo, la barra de un bar, la sobremesa, se convierten en un insólito confesionario.

A lo largo de estos años he sido confidente y amigo de mucha gente que jamás se acercaría a una Iglesia y menos a un confesionario. Esta universidad de la vida, el riesgo del emprendedor, el tomar valor del dinero, el responder de tus actos y el estar sometido al juicio social sin carteras ni proteccionismos no te lo enseñan en el seminario ni es fácil desarrollarlo en el ámbito eclesiástico. Una educación sesgada por la doctrina y la jerarquía o se asume en libertad o no vale para nada.
En una Iglesia equivocada en sus formas se cultiva con relativa frecuencia la doble moral y el “fin justifica los medios”. Cuando la vida te obliga a vivir con transparencia porque no tienes medios ni poder para tapar tus debilidades toma valor la simple naturaleza humana y el descubrimiento de que tu debilidad trabajando y educándola puede convertirse en tu fortaleza.

Para ello he procedido siempre al respeto de la identidad de cada uno de mi equipo cualquiera que sea su origen, procedencia y nivel cultural. Me he esforzado en poner en valor sus condiciones. No creáis que es fácil. Te tienes que ganar al individuo. Horas de convivencia. Horas hasta superar, o al menos intentarlo, sus hábitos de fracaso, de drogadicción de falta de concentración, de hiperactividad y falta de constancia en el trabajo. Jugar con el afecto. He conseguido mucho por el afecto de las personas.

Así he podido observar el mundo que me rodea. Vuestro mundo empresarios y hacedores de capital. Con gran respeto he pasado de la crítica fácil e irresponsable del joven curita metido a demagogo social a sentirme implicado en la búsqueda del difícil equilibrio social.
Cuando un mal manejo de la gobernanza del mundo nos ha traído esta profunda crisis social derivada de la GLOBALIZACIÓN, yo me he preguntado como vosotros, ¿y ahora qué?

Si las regulaciones del mercado no han podido con todo esto, ¿ahora qué?
Si los organismos no sirven, ¿ahora qué?

Yo mismo, ante el fallo de la “cultura del pelotazo” que ha invadido los mercados financieros del siglo XX, me he preguntado ¿qué hacer con estos mimbres? Más de un amigo mío empresario del ladrillo que ha visto desaparecer casi todo su negocio, mira a su alrededor, ve un buen equipo humano que tiene que despedir rompiendo tanta quimera y se pregunta: ¿ahora qué?

Esta crisis de transformación, que no de evolución, que estamos viviendo a la que “Cáritas in Veritate” ha acercado posturas de la Iglesia Católica con el buen discurso de esa mente privilegiada que es Benedicto XVI nos está dando que pensar.

Cuando yo me veía tan pobre, tan limitado, inmerso en un mar de competencias, de influencias y de proyectos que exigían -dinero = riesgo- pensaba en revalorizar mi equipo humano. ¿Cómo? FORMACIÓN, FORMACIÓN, FORMACIÓN. Es decir, me maté a capacitar a mi gente. Los apuntaba a todos los cursos y cursillos posibles. Los ponía de aprendices en los mejores lugares de Francia, Italia, Suiza, Norteamérica. Vivía obsesionado por la formación. Todo lo gastábamos en formación.

Y luego INNOVACIÓN: Hacer cosas nuevas y distintas. Correr el riesgo de innovar. Porque las crisis sólo sirven o para morir o para innovar.

Siempre pensé que las experiencias tienen pies y manos. Las ideas sólo tienen pensamientos. Cuando ellas toman forma son acciones que producen experimentos. A veces nos resulta muy difícil poner pies y manos a las ideas que salen de nuestros cerebros. Nuestras experiencias son tan personales como cada uno de nosotros. Pero hay que socializarlas y para ello hay que compartirlas con el equipo. Nada que no se parte se puede compartir. Esto me llevaba a trabajar con mi modesto equipo de jóvenes.

Una empresa no es para mí un simple negocio, sino la generación de valores, de capital humano y de bienes públicos.

Ahora en esta crisis, la empresa ha pasado a ser objeto de búsqueda de rentabilidades con bien público. Bill Gates cuando expresó su discurso en Davos sobre la necesidad de que en los balances figurara una columna de inversión y rentabilidad social, estaba dando en la tecla del cambio de las perspectivas de una empresa como la suya que estaba agotando el limón de la rentabilidad económica y sintiendo la amenaza de la competencia.

A partir de ahí muchas empresas, vosotros lo sabéis, han invertido en programas sociales no ya para eludir impuestos, sino por buscar nuevos modos de marketing de apreciación social.

Por tanto:
1. ¿Tomamos conciencia de que el capital humano es nuestra mayor fuente de riqueza en todos los sentidos?
¿Y de qué debemos cuidarlo?
2. ¿En la gobernanza de la crisis y del mundo, acuden los capitales humanos al servicio del bien público?
O, por el contrario, ¿estamos en manos de gente sin capital humano?
¿Es únicamente el emprendedor privado quien lo descubre, lo cuida y lo potencia?

Quizás estas reflexiones nos ayuden a comprender la falta de liderazgo en la gestión, administración y desarrollo de las empresas y de la gobernanza del bien público.

El liderazgo es una fábrica potencial de capital humano. Es más necesario a quien más lo necesita, y debe ser más solidario para los pueblos más subdesarrollados.
El cultivo del liderazgo en las empresas da pie a consultorías, a las que no sólo se les encarga informes, sino oportunidades de liderazgo.

Siempre he tenido una duda: ¿Es la producción, el mercado, el principal atractivo que hace desarrollar el capital humano?
Bien es cierto que según decía Adam Smith, el capital social revierte en la democracia y que “los beneficios de la mano invisible del mercado sólo se obtendrán en una sociedad bien gobernada”.

La política, las propias empresas no parece que generen, sino más bien consumen cada vez más rápido, capital humano. Esta carencia agotadora la padecen los Estados, las empresas, los partidos políticos y hasta la misma Iglesia que no encuentra líderes tan fácilmente reconocibles por su capital humano.

Además hay un fenómeno social en esta consideración: la creciente inflación de las ONGs y de nuevas fundaciones “non-profit” que sustituyen a las instituciones orgánicas públicas sobrevalorando su capital humano porque sus obligaciones son voluntarias y sus derechos públicos exigibles. Mientras que las instituciones no son atractivas para los capitales humanos fuertes, se convierten en oportunidades también para los débiles a los que afloran más ambiciones que valores.

El Estado está siendo sustituido por ONGs. Los Estados están obsesionados por promesas sociales que no pueden llegar a cumplir creando una demagogia populista.
Nosotros no somos una ONG. La condición social de mi Fundación está anclada en algo más profundo: el humanismo cristiano. “Cáritas in Veritate” ha venido a sintetizar mucha de la doctrina social del Evangelio. Benedicto XVI nos ha dado la clave de lo que para un hombre de nuestro tiempo es el proyecto que Dios tiene sobre él, aunque no lo vea realizado en la rutina de la Iglesia.

Cuando leo las acertadas intervenciones de Benedicto XVI encuentro que la mesura del CAPITAL HUMANO está en entre dicho. La realidad - en mi grupo hay ya musulmanes en mandos intermedios como consecuencia de la numerosa presencia de inmigrantes que se nos fidelizan por criterios basados en nuestra filosofía cristiana – es que el choque de las civilizaciones que predijo Samuel Huntintong es ya patente y nos provoca desasosiegos e incertidumbres. Como promulgaba Joschka Fischer en su libro “El retorno de la Historia” el ex director de relaciones exteriores del Consejo de Europa decía:

“Vamos a ser testigos de cómo empieza de nuevo la historia. La caída del World Trade Center fue el verdadero comienzo del siglo XXI”

Sí es verdad que la importancia de cualquier institución o empresa se mide por su proyecto. La persona misma se mide por su proyecto de vida como enunciábamos citando la encíclica; en cualquier proyecto es necesario hoy más que nunca el CAPITAL HUMANO y el LIDERAZGO. Una empresa sin destino no tiene líderes. Alguien tiene que trazar la meta, usar los instrumentos de orientación, la brújula y contar con el mapa de la sociología para comunicar por él. Los demás pueden ser adiestrados con el pantógrafo; repiten y sistematizan. La invención se socializa cuando se modeliza.

Esta crisis pone de manifiesto la necesidad de nuevos líderes y pone en relieve el concepto de RESILENCIA que se define como una resistencia de caracteres, como la capacidad de sobreponernos, de recuperarnos ante las contrariedades.
Esto es la RESILENCIA. La palabra tiene su origen en la resistencia física de un material en recobrar su forma después de haber sido sometido a altas presiones. RESILO en latín quiere decir saltar a atrás, rebotar, repercutir.

Si “lo antiguo ya no sirve” tenemos que ser RESILENTES. En estos contextos de inseguridad y de vulnerabilidad que vivimos hay quienes son capaces de una gran resistencia y de recuperarse basándose en los conocimientos de su propia fortaleza y en el desarrollo de su ingenio, en el afán y la determinación para hacer frente a las adversidades y para salir reforzados. Yo repito hasta en saciedad a mis equipos de jóvenes cuando vienen doliéndose de las heridas que produce el roce de la vida y la lucha por el emprendimiento: LA CRISIS SÓLO SIRVE PARA CRECER.

Esto crea capital humano, nuestra capacidad de ser resilentes.
A mí me ha preocupado siempre esta formación del capital humano en la persona. Por inducción más que por deducción la he experimentado en multitud de jóvenes cuyo acompañamiento me ha valido, siendo resilente para descubrir hasta el valor divino de lo humano gracias a mi fe trascedente.

Algunos modelos de capital humano me han asombrado al cabo de los años. Hace tiempo que saqué en consecuencia que hacer un líder de un delincuente, sacar un líder de un marginado social, es más fácil que dar poderes a un mediocre y menos peligroso.
Los líderes obedientes y sumisos no son líderes. La marginalidad social no es una carencia de capital humano sino un terreno por labrar.

El liderazgo resilente de una persona implica:
1. Resistencia frente al conformismo, el desánimo y la desilusión.
2. Capacidad de forjar un comportamiento vital personal y colectivo positivo a pesar de las dificultades y de las circunstancias adversas.

Todos podemos ser mejores. ¿Queremos?. Los griegos quisieron ser referencia en el mundo. Lo fueron, incluso para los romanos. Siglos después son una escuela para el mundo.
Pericles en su “discurso fúnebre” marcó la pauta de una civilización por la que otros pueblos se miden midiendo.

“Tenemos un régimen político que no se propone como modelo las leyes de los vecinos, sino que más bien es el modelo para otros. Y su nombre como las cosas dependen no de una minoría, sino de la mayoría, es democracia. A todo el mundo asiste de acuerdo con nuestras leyes, la igualdad de los derechos en los conflictos privados, mientras que para los honores, si se hace distinción en algún campo, no es la pertenencia a una categoría, sino el mérito que hace acceder a ellas. A la inversa la pobreza no tiene como efecto que un hombre siendo capaz de rendir servicio al estado, se vea infundido de hacerlo por la oscuridad de su condición.
Gobernamos liberalmente lo relativo a la comunidad y tampoco transgradimos los asuntos públicos. Mantenemos nuestra ciudad abierta y nunca se da el que impedimos a nadie (expulsando a los extranjeros)que pregunte o contemple algo. Por todo ello la ciudad es digna de admiración. La ciudad toda es escuela Grecia.”


Historia de la Guerra del Peloponeso de Tucidides


Una persona sin proyecto, sin formación, sin crecimiento, se unde en sí misma. Una persona resilente que busca dar valor a su vida se engrandece y hace crecer al pueblo y a los que con él conviven.

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